
Los encuentros con los libros se asemejan mucho a los que suceden con las personas: casi nunca son indiferentes. Solemos establecer una jerarquía maniquea de atracción-repulsión en la que caben pocas tonalidades de gris.
Hace sólo unos minutos que terminé, con cierta tristeza, “The Blindfold” («La Venda») de Siri Hustvedt. Según me iba acercando al final sentía que –una vez leído- me quedaría con un buen sabor de boca y la certeza de que tardaré tiempo en leer algo que me llene igual.
Como tantos otros, este tuvo que esperar un par de años hasta que la casualidad, o la prisa, hicieron que lo sacara de un estante para rellenar el tiempo en una sala de espera. Por fortuna, la espera fue larguísima y me dio tiempo para avanzar a más de la mitad, de un tirón.
Siri es una mujer bella, alta, llamativa. Tanto, que no necesitaría el talento adicional de escribir bien. Pero como decía un antiguo amigo, Dios no es equitativo en el reparto de los dones. Acostumbra a concentrarlos en unos pocos elegidos y dejarnos a los demás en la categoría de admiradores, o envidiosos. Carga además, con la pesada estela de ser esposa de Paul Auster, lo que inmediatamente generaría la desconfianza de si cabalga en la grupa del caballo ganador, o si las puertas se le abren con mayor facilidad que a otros mortales armados sólo con la fuerza de su pluma.

Les recomiendo la lectura de “La Venda” (En España, “Los Ojos Vendados”) en lo que busco otros libros de Hustvedt.