En el entramado literario contemporáneo, hay pocas voces tan distintivas y atrevidas como la de Javier Cercas. Con «Soldados de Salamina», Cercas hizo uso de un estilo y una sensibilidad que marcaron a una generación de lectores, y que seguimos buscando en sus obras posteriores. Sin embargo, en su obra «El Impostor», parece que Cercas ha desviado su camino.
Primero, a pesar de que «El Impostor» mantiene el hilo argumental que lo caracteriza, basado en la realidad con un giro de ficción, no llega a tener el impacto emocional y literario de «Soldados de Salamina». La trama se siente a veces forzada, las conexiones entre los personajes no están tan bien hilvanadas y, en ocasiones, resulta difícil mantener el interés.
La idea central de «El Impostor», la exploración de Enric Marco, un supuesto superviviente de los campos de concentración nazis que resultó ser un farsante, podría haber sido profundamente impactante y relevante en nuestra era de «fake news» y desinformación.
Sin embargo, la ejecución se queda corta. No se trata sólo de que la historia se sienta menos fresca y original que en «Soldados de Salamina», sino que también parece que Cercas no logra conectar del todo con su personaje principal.
El protagonista, Enric Marco, a pesar de sus notables fallos morales y éticos, carece de la profundidad necesaria para ser completamente convincente. Hay momentos en los que parece que Cercas está forzando a Marco a encajar en un molde preconcebido en lugar de permitirle evolucionar de manera orgánica. En «Soldados de Salamina», los personajes estaban tan bien desarrollados que sus acciones y reacciones parecían inevitables, una consecuencia lógica de su carácter y circunstancias. Eso, lamentablemente, no sucede en «El Impostor».
Además, el estilo literario de Cercas en «El Impostor» parece haber perdido parte de su brillo. Mientras que «Soldados de Salamina» se sentía nuevo y vibrante, «El Impostor» se lee como una obra más cansada, menos innovadora. Hay una cierta sensación de repetición que es difícil de ignorar, y que deja al lector preguntándose si Cercas está agotando su arsenal creativo.
En última instancia, «El Impostor» no es una mala obra. De hecho, hay momentos de verdadera brillantez en la narración, y el tema central de la historia es sin duda fascinante. Pero para aquellos de nosotros que hemos venido a esperar más de Cercas, que hemos visto lo que es capaz de hacer cuando está en su mejor momento, «El Impostor» puede ser un tanto decepcionante. Es un recordatorio de que incluso los mejores escritores tienen altibajos, y que no todas las obras pueden igualar el éxito de sus predecesoras.