Dio instrucciones precisas de que los otros internos encerrasen a los enfermeros en las habitaciones y que inyectasen a los médicos todo lo que encontrasen. Que vistieran a las monjas con las camisas de fuerza y que aplicasen electroshock a todos los funcionarios. Él, personalmente, prendería fuego a todos los expedientes y abriría de par en par las puertas. Ya era hora de poner un poco de razón en toda aquella demencia.