Marta Nava odia los diálogos iniciales. Empezamos mal: mi novela comienza con un diálogo. Pensé en eliminarlo; conociendo a la Nava y sus extravagancias, es una temeridad presentar algo así al Ferreras. Pero es que si lo cambio, cambia el sentido de la novela y lo que es peor, cambia el sentido del por qué me presenté otra vez al Ferreras.
Van seis, coño, año con año. Lo mío no sé si es perseverancia u obcecación. Tenacidad o necedad. Constancia o sodomía. Porque es que me vienen haciendo lo mismo un año tras otro. Ni un accésit, ni una mención. Y eso que sabía que estaría Marta en el jurado, que no es que tenga yo nada contra ella ¿verdad? pero de que tiene sus cosas, tiene sus cosas. Y un diálogo inicial, justo al comienzo, conociendo sus airadas declaraciones en la radio, es una temeridad. «Un diálogo es una indecisión» Eso dijo. Así, rotunda, contundente, convencida. Como si me hubiera hecho una radiografía y me pusiera una etiqueta, una capucha, un San Benito antes de atizar la hoguera. Y se me cayó el alma a los pies. A vosotros puedo confesároslo. Porque ya tenía el diálogo inicial: él y el otro él –que al final lo mata, claro- porque es la otra parte de él que quiere acabar consigo mismo. Un alter ego que no puede comunicarse si no es matando al protagonista que en definitiva es él en sí mismo, un suicida. Pero a ver: si no se hablan ¿cómo pueden comunicarse?. Entonces… ¿empiezo hablando de un florero?
Pues no. Para matar a Sam hay que dar vida a Sam y si Sam no habla está muerto, no existe. Y si empiezo con el florero, la gente pensará que la novela es acerca de los floreros y yo quiero mostrar a Sam, desde el principio, hablando con Mas, que es… es… Mas es su reflejo en el espejo bajo el cual está el florero con el agua podrida de unas flores inclinadas que se resisten a inclinarse ante Marta porque viven en Amstelveen y tienen derecho a estar tristes viendo cómo se miran Sam y Mas que hace tanto tiempo que no se hablaban porque sienten vergüenza de sí mismos. Porque siendo hermanos marcaron sus distancias y ya ni se acuerdan del por qué, solo saben a ciencia cierta que no se hablan y cuando se miran a los ojos marchitan todo lo que hay a su alrededor, como las flores, que decidieron oler mal para no ser molestadas. Entonces, Mas le dice a Sam: «Hermano, perdemos el tiempo de la edad y de las cosas.«
A mí me enseñaron a poner guion de diálogo delante de los parlamentos y las tildes en el lugar preciso. Como puedo hacer lo que yo quiera, hago que Sam y Mas se reconcilien. Que Sam le cambie el agua al florero y que sonría un día más sabiendo que será el último día. Así que mi novela debe comenzar así, no es negociable:
—Hermano, perdemos el tiempo de la edad y de las cosas.
Que sería el inicio perfecto si no fuera por la Nava, que cuando vea un guión al inicio de la novela no deseará seguir leyendo y yo seré el Imbécil del Ferreras por ir de kamikaze otro año más.