Debería resistirme al impulso de volver a ver una y otra vez algunas de mis películas favoritas. Pero de vez en cuando aparecen y sucumbo al embrujo de la certeza en vez de arriesgarme a tragarme un bodrio.  En este blog publicaré muchas de las que considero obras maestras y que al igual que los niños pequeños, habré visto un centenar de veces. Para no exagerar ¡al menos 99! 

12 Monkeys es una de ellas. Esta adaptación en larga duración de La Jetée de Chris Marker, conjunta experiencias inusuales como una buena actuación de Bruce Willis (tal vez una de sus dos únicas memorables, como en Pulp Fiction) junto con la intrigante Suite Punta del Este de Astor Piazzola en la banda sonora.

La trama describe la historia de un prisionero llamado James Cole quien, en un mundo postapocalíptico, es reclutado para un experimento científico que tiene como finalidad viajar al pasado y averiguar qué provocó la situación que se vive en el futuro.

Madeline Stowe, en su papel de psiquiatra, ofrece una de las mejores actuaciones de su carrera y ayuda al espectador a pasar del excepticismo a la total credibilidad de la obra. Pero sin duda, la mejor interpretación es la de Brad Pitt: sobreactuada, aunque fue nominada a un Oscar y que recuerda al mejor Jack Nicholson en One Flew Over the Cuckoo’s Nest.  Los diálogos son excepcionales:

 

«La verdad es que muy pocos de nosotros somos enfermos mentales. No digo que tú no lo seas. Por lo que yo sé tú estás…. ¡estás más loco que una cabra! Pero no estás aquí por eso, no estás aquí por eso, ¡¡NO ESTÁS POR ESO!! Estás aquí por el Sistema. Ahí está la tele. Todo está ahí, todo esta ahí. Mira, escucha, arrodíllate, reza los anuncios. Ya no somos productivos, ya no nos necesitan para hacer cosas, todo está automatizado. ¿Para qué estamos aquí? Somos consumidores, Jim. De acuerdo, compra muchas cosas y serás un buen ciudadano, pero si no compras muchas cosas, si no compras ¿qué es lo que eres? Pregunto ¿QUÉ? Un enfermo mental. Los hechos, Jim, los hechos. Si no compras cosas: papel de water, coches nuevos, batidoras computerizadas, artilugios sexuales eléctricos, sistemas de sonido con auriculares en el cerebro, destornilladores con dispositivo de radar incorporado, ordenadores activados por voz…»

La he vuelto a disfrutar mejor incluso que en las veces anteriores, con mayor atención a los detalles finamente cuidados por su director, Terry Gilliam. Temo que, más tarde o más temprano, volveré a caer en la tentación.