«¿Dónde está el perro?» preguntó el ingeniero de vuelo. El biólogo espacial y el adiestrador intercambiaron una mirada de sorpresa. “Pero si estaba aquí hace un momento”… “No puede haber ido muy lejos. Qué raro, con lo bien que se porta, debe estar algo nervioso”. Gengis Can había sido seleccionado entre miles de candidatos por su inteligencia, disciplina y obediencia. Había superado en todos las pruebas a una legión de mastines, pastores belgas, samoyedos y labradores. Gengis era, sin género de dudas, el perro más listo sobre la faz de la tierra. Y no estaba dispuesto a abandonarla por un par de galletas saladas.