Dio otro bocado al aire y otro más mientras los espasmos se hacían cada vez más leves y espaciados, hasta que quedó completamente quieto en el fondo de la barca. Recordaba cómo a mis siete años, nunca había visto un pez tan grande y tampoco había visto la muerte de cerca. Parecía una serpiente gigante. Me quedé observando fijamente los ojos de aquel enorme congrio, jugando a abrirle la boca con el cuchillo de sacar anzuelos. Cuando más concentrado estaba, el horrible bicho dio una última bocanada con una violenta sacudida. Casi me mata del susto. ¿Será por eso que odio el pescado?