ilustración de Gutemberg generada con Midjourney

Desde la aparición de la imprenta en el siglo XV, la forma en que consumimos y producimos texto ha evolucionado de manera dramática. Cada salto tecnológico ha introducido nuevas posibilidades, así como nuevas resistencias. La historia de estas innovaciones y la resistencia que enfrentaron brinda un interesante punto de vista sobre cómo la sociedad humana se adapta y se resiste al cambio.

El invento de la imprenta por Johannes Gutenberg en 1440 marcó un cambio de paradigma en la producción y distribución de la información. Este avance permitió la reproducción masiva de textos, abriendo el camino para el acceso al conocimiento y la información a una escala sin precedentes. No obstante, la Iglesia, como custodia de la palabra escrita en ese momento, reaccionó con recelo y temor, percibiendo la imprenta como una amenaza a su control sobre la información y, por ende, a su poder. La persecución y castigo severo a su uso fue su respuesta.

Un cambio igualmente notable se produjo en 1872 con la invención de la máquina de escribir. Este dispositivo permitió una producción de texto más rápida y uniforme, democratizando aún más la producción de la escritura. Sin embargo, la resistencia a este avance provino de un sector inesperado: los autores. Muchos de ellos argumentaban que la máquina de escribir era una forma no natural de escritura y que amenazaba la esencia misma de la literatura.

La siguiente revolución en la tecnología de escritura se produjo en 1978 con la aparición de WordStar, el primer procesador de texto. A pesar de las ventajas obvias que ofrecía, como la capacidad de editar y formatear textos con facilidad, una generación entera de escritores mostró renuencia al cambio, aferrándose con pavor a sus queridas máquinas de escribir Olivetti. En diferentes momentos y aún en la actualidad, destacados escritores, como Miguel Delibes, Paul Auster, Orhan Pamuk o Kazuo Ishiguro han rechazado la tecnología y permanecido fieles a sus manuscritos -valga la redundancia- escritos a mano.

Miguel Delibes escribiendo a mano

Sin embargo, a medida que la sociedad se adaptó a estas innovaciones, su aceptación se volvió más generalizada. Según un estudio de Microsoft, una de cada siete personas en el mundo usa regularmente Microsoft Word, evidenciando la asimilación de la tecnología de procesamiento de texto en nuestra vida cotidiana.

El último salto en esta evolución es ChatGPT, el modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI, lanzado hace escasos seis meses, en noviembre de 2022. Su capacidad para generar texto de manera autónoma, basándose en la información previa y la interacción en tiempo real, le confiere un gran potencial para transformar aún más la forma en que consumimos y producimos información. En solo dos meses tras su lanzamiento, ChatGPT alcanzó los 100 millones de usuarios activos, estableciéndose como la aplicación de consumo de más rápido crecimiento en la historia.

A lo largo de esta trayectoria de siglos, hemos presenciado una serie de revoluciones en la tecnología de escritura, desde la imprenta hasta los procesadores de texto y, ahora, la inteligencia artificial. Cada una de estas innovaciones ha encontrado resistencia, pero finalmente ha sido adoptada y ha cambiado nuestra relación con la escritura y la información. Sin duda, este patrón continuará a medida que la tecnología avanza, presentándonos nuevas formas de interactuar con la palabra escrita.