Al turista que visita por vez primera Santo Angel le llama la atención descubrir las jaulas vacías colgando de los altos techos de los palacetes coloniales. La que fuera una afrancesada y próspera comunidad en la fiebre del oro amazónica es hoy sólo un recuerdo amenazado por la verde voracidad de la selva. Salvo algunos viejos locales, pocos recuerdan ya que las jaulas nunca recluyeron ave alguna, sino que se instalaron para atrapar al Manu Sambi. El turista alemán, o inglés, o japonés, preguntará a continuación quién era Manu Sambi, y el anciano, a cambio de una propina, contará la historia del espíritu blanco que aspiraba el alma de los niños.