Siempre los había considerado mis niños. Claire cumpliría ciento ocho en noviembre. Pero no había que hacerle mucho caso porque siempre se quitaba años. Se veía radiante: La boda con Boy –mucho más joven que ella, como remarcó entre risas en el centenario del anciano- era su único tema de conversación. Recorría el pasillo tocando en todas las puertas para dar las buenas noches y recordar al resto de residentes que la etiqueta exigía largo riguroso para las damas y frac para los señores. Que no fuera a faltar nadie. Me los ponía a todos nerviosos y yo debía ser generosa con los sedantes.