Mujer, si ya te decía yo que no podía ser cierto ¿ves? Un día como cualquier otro: el sol saliendo por el noroeste, los relojes –todos, qué curioso- marcando las veinte doce. Anda, que vaya nochecita me has dado. Casi logras contagiarme la psicosis que les ha entrado a todos. Bendito silencio: ni siquiera se escucha a los niños de la vecina ¡Qué paz! ¿Qué me dices de este olor metálico tan agradable? Y tú con la cantinela de que este viernes se acababa el mundo. Mira este resplandor que lo llena todo. Si es que, de veras,  tienes cada cosa…