Ordenó sin pestañear que la luz se separase de las tinieblas, que hubiese océanos, valles y montañas. Que los mares se llenasen de peces y la tierra de una infinidad de animales. Que hermosas aves surcasen los cielos y durante el día brillase el sol y en la noche las estrellas. Y viendo que todo aquello era bueno, cuando fue a crear al hombre y a la mujer, titubeó.