Microrrelato finalista en el II Concurso de microrrelatos Castillos, monasterios, torres y palacios
El fuerte acento del americano producía cierta estridencia en los oídos de Carlos Guitián, pero 40 000 dólares era una oferta que no podía rechazar. Más estridencia produjeron los obreros al desmontar, etiquetar y embalar piedra por piedra el claustro, la sala capitular y el refectorio de lo que durante casi ocho siglos fuera la abadía cisterciense de Santa María la Real. Los Guitián habían heredado el viejo monasterio de Sacramenia y usaban el templo como establo y almacén de aperos de labranza.
—Míster Hearst estará muy satisfeshou —chapurreó en español “el Lobo”.
—No tengo duda de que queda en las mejores manos, señor Byne. ¿Y cómo dice que lo quieren llamar?
—St. Bernard of Clairvaux Church.
—¡Ah, ya! San Bernardo de Claraval ¡Santo varón! —dijo devotamente el granjero entornando los ojos al cielo y besando la cruz hecha con los dedos.
—Si tú quiere vender más templos ya sabe dónde encontrarme. Míster Hearst paga pronto y bien.
—Pues aquí es usted siempre bienvenido ¿Hace un Cuerdo de la tierra?
Unos vinos y muchos fajos de billetes después, once mil cajas salían con parte del alma y la historia de Segovia rumbo a un puerto remoto en los Estados Unidos.