—¡Me lleva, me lleva, me llevaaaaaaa!

Todas las muchachas detuvieron las máquinas al escuchar los gritos de Doña Paula y verla llevarse la uña perforada a la boca. Marielena se rio y comentó por lo bajo:

—Que se chingue. Será la jefa, pero siempre está de mala sangre.

—Es que está muy sola, pobrecita—defendió la Octavia.

—Pues ahí se ve—dijo la Lupe –los ricos también lloran.

—No, pos sí: yo oí que el hijo está en Ditroi y le pasa una lanita todos los meses por la cosa esa de la güesteryunion; así cualquiera, por lo que con lo que saquemos de aquí, ni a la jefa le alcanza.

—Que bueno, rica, rica… ni te creas – apoyó la Tijeras —un día fui a llevarle unos retales a su casa y lo único fino que tiene es el calendario de la Carnival. Y una tele grandota, eso sí, pero amolada.