Podría deciros que mi verdadero amor dejó el desierto

y aterriza sola o en compañía de otros

Al Este del Edén, en la Ciudad Luz

Tal vez sea la razón de mi doble oscuridad:

No poder verla y contemplarla iluminada

 

A estas horas París se llena con un aliento de arena

Yo soy el vaso superior de un reloj de arena vacío

A la espera de que un buen dios me dé la vuelta

Y pueda regresar al origen del desdén, de la desgana

 

Hoy escribo, amiga, acerca de la arena

de lo que es capaz de hacerles a las huellas

Con esa sutileza de borrar

Metiéndose hasta en la saliva

Capaz de sepultar

lo que quiera que atraviese su camino

 

Puedo caminar playas solitarias del Norte:

Amberes, Asturias, Normandía

Jugar como niño en un montón de arena

Descalzarme

Pelear en la arena del Madison Square Garden

Sentir la caricia de un dorado asfalto

Dejarme caer cuesta arriba en una duna

Llevar en la mano los zapatos

Cribar pepitas de oro entre la arena

Rememorar el placer de hacerte mía

Hacerle dobladillo al pantalón

Dejar mi sangre gladia en Colosseums

Arena fría, mi amor, arena fría

 

Mezclarte con sosa y calentarte a vidrio

Soplar el cristal, pinzarlo al centro,

Dejar un orificio calculado con maestría

Llenar de la medida exacta el vaso

De los granitos contados de arena

Y comenzar el juego inacabable

De contar el tiempo en que te irías