Casi enteramente en blanco y negro, la depurada dirección de fotografía de Florian Ballhaus contribuye crear un entorno de mayor frialdad y a endurecer si cabe la despiadada locura del cabo Willi Herold, transformado en capitán al encontrarse un uniforme de oficial.
Una auténtica obra de arte y un valioso testimonio histórico basado en hechos reales. Hasta las imágenes finales, que aportan una dosis de humor negro, constituyen una dura crítica social y nos recuerdan que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.
Una película, en definitiva, que junto con Das Boot y El hundimiento integrará una trilogía de culto para los interesados en esta época.
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