En los pasillos se murmuraba hacía semanas sobre la llegada de la siguiente remesa de reclusos. “Gato viejo, ratón tierno” pensó el Suagili, que andaba buscando novia desde que rajaron al Chiflas; todo porque a otro convicto le molestaba que siempre silbara la misma, una y otra vez hasta volvernos a todos locos. En un penal de alta seguridad no es bueno apellidarse Bueno. Desde que lo vio entrar, el Suagili se fijó en el porte diferente de Javier. El guardia se lo susurró al oído. A él le produjo un estremecimiento; ya intuía en qué iba a terminar aquello.