«¿Pero qué coño es ésto?» exclamó el camionero al recibir el hot dog caliente en el papel de aluminio. Lo revisó meticulosamente: El pan alargado y abierto, untado generosamente de mostaza amarilla, salsa cátsup y mayonesa. La cebolla, los pepinillos… todo servido en abundancia. Pero la salchicha no aparecía por ninguna parte. ¿Setecientos kilómetros para esto? El dueño del humeante carrito era un coreano de aspecto enjuto, de un blanco impecable. “Oiga, perdone, pero le pedí un perrito caliente especial de la casa y mire lo que me sirven”. El impasible oriental lo miró con desdén y replicó: “Y qué esperaba, por un maldito dólar”.