Mamá me había llevado a la calle de Moneda a elegir vestido. Era jueves y el sábado sería la fiesta. Mamá dijo que teníamos que ir el jueves por si había que arreglarle algo. Estaba tan ilusionada como si el vestido fuera para ella. Era azul. Barato. Me gustaban aquellos ojos negros que me habían estado espiando desde que entré en el probador. Hice como que no me daba cuenta. Me quité el uniforme. Iba a cumplir quince años. Me quité el sujetador, despacio. Me importaba un comino ser una señorita. Sentí el poder de ser mujer. Por vez primera.