Al caer la noche inicio mi tarea mortal de podar primogénitos de buena familia. Niños bien en busca de experiencias que encontrarán un regalo cruel y de por vida en su próximo análisis de sangre.  Visto la mejor ropa que tengo, le lavo los dientes a mi mejor sonrisa y soy de fácil conversación sin mucho ensayo. Ya lo había visto el viernes pasado. Se llama Aitor y se siente el padre de los dioses. Entra al bar y me recorre de arriba abajo. Quiere conmigo. Tiene una luz alrededor que esta noche será mía. Le sostengo la mirada. Ya te tengo, encanto.