La señora Rosa siempre se ha inclinado ante Dios. Ahora es Dios quien la hace inclinarse como si cargase toda la leña para el gran fuego eterno que ha de consumir a los pecadores. Pero no a ella, porque ella es devota y todos los días le lleva sus rosas a la Virgen, le reza su rosario y le pide por la salvación de su alma. Rosa, rosae rosum. La sacristana vela, la sacristana limpia, la sacristana cuida al padre, cambia las flores muertas y las velas consumidas. Rosa, rosae, rosum.
(foto de Atín Aya)