Recorrió con sigilo el anciano muelle de tablones podridos. Debía encontrar una barca igualmente destartalada, que no llamase la atención, desamarrarla sin hacer el menor ruido y dejarse llevar por la corriente antes de que empezase a clarear. La zona estaba infestada de vietcongs y debía evitar a toda costa ser visto, o estaría perdido irremediablemente.