Sólo pido que nadie me vea en esta. Mucho menos que me ayuden a desatorar la pata. Nadie culpará a la boca de riego ni a la Delegación, pero todos comentarán mi estupidez; seré el tema de conversación de la semana. Harán chistes, rimas, albures y me apodarán el “metepatas” o el “el bocarriego”. Tendré que vivir con eso de por vida. Iba yo tan tranquilo, hojeando el dominical del Excelsior cuando sentí que la tierra me tragaba. Nada de extrañar ni nada inmerecido, son muchas mis culpas, pero me agarró desprevenido y la metí hasta la ingle. No como yo quisiera, claro, pero entera la izquierda dentro del hoyo. Y si algo puede ser peor, es que se activó el riego y me empapó entero. Lástima de traje de domingo y vergüenza ajena. Malditos chiquillos bailando alrededor la danza de la lluvia.