Mi vida entera estuvo dedicada a la venta de bolígrafos. No diseñé ninguna catedral ni mucho menos un sistema operativo. Ningún libro de superación personal está dedicado a los vendedores de bolígrafos. Soy un vendedor de bolis baratos. De los de toda la vida.

Cada mañana, a las ocho menos cinco, mi esposa me da su bendición, me besa de ladito y me dice “Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así”. Los niños se pusieron el sueter al revés, con las prisas de que siempre llegamos tarde a todo: ellos a la escuela, yo a vender, ella al mercado. Y milagrosamente sobrevivimos cada día un día más, devorándonos los unos a los otros, como en la Balsa de Medusa. Los niños devoran corn flakes con leche deslactosada que es mucho menos indigesta y contiene menos hormonas, lo cual reduce el riesgo de que Adrián se haga marica y Eli lesbiana. Y el Jordi, que vino seis años después sin anunciarse, bisexual, o cura, o torero. Vamos, lo que me faltaba.

Los bolis chinos son mucho mejores. Son una mierda que no dura nada, pero traen luces láser azules peligrosas para la vista pero que se venden como churros. Y a mí me reclama Valcárcel que no he cubierto la cuota desde hace tres meses. Es un año malo, todos lo saben. La inflación y esas cosas de que el país va de puta madre pero en el bolsillo no se nota nada. Al contrario. Si sube el petróleo sube el gas y sube el plástico y suben los bolígrafos de toda la vida que sirven para escribir y no traen luces láser. Un poco más caros. Se venden mucho menos. Porque los niños de ahora –según me explica Terradets-  ya no escriben con boli. Teclean como taquimecas trastornadas en la tricotosa electrónica. Pero este mes, cuando menos, tengo ochentaitrés papelerías, las de toda la vida, y dos súper. Que te jodan Valcárcel. Qué coño sabrás tú lo que es hacerse más de ochenta papelerías y los súper en un mes. Con tu cara de cera y la corbata Hermés y tus tablas de Escel y la frasecita motivacional del mes. ¿Sabes cuantos años tengo? Ni habías nacido, cabrón. Y yo te lo enseñé todo. No me vengas con tus gráficas y las palabritas en inglés. Pónle luces azules a mis bolis. Págame las comisiones completas. El mes que viene no me alcanzará ni para los tampax de la Eli. ¿Sabes? le hicimos una fiesta en casa. Ahora tengo que cuidar de dos mujeres.

Anda, no os enfadéis conmigo, que ya es lo que me quedaba. Si no lo hago por gusto, en serio. Es que ya no me sabe a nada ese beso en la mañana. Se me acabaron las ganas de salir a ver las mismas caras que agarran el calendario y ya no firman el pedido. Y Valcárcel… el bueno del Valcárcel, pobre hombre, más miserable que yo. ¿Qué va a hacer mañana? ¿Vendrá a la cremación de traje y con corbata negra? ¿Te dará un abrazo y te dirá cuánto lamenta le terrible pérdida? ¿Lo que esto significa para Tintas y Escritura, S.A.? Porque lo que es Don Jordi Segralles, con lo mal que anda del riñón no está para velorios. Y los hijos, en Suiza, que es su obligación. Quién diría ¿recuerdas cuando fuimos al bautizo? Y ahora unos señores.

Te traen la urna y tienes que firmar el acta. Donde dice “Responsable”.

Nadie tiene un bolígrafo.