Mira esta foto, amor. Es de cuando regresamos al Casino Vary en pleno febrero. En nuestro veinte aniversario. Cerrado, por supuesto.  Y no por el invierno. Llevaba cerrado varios años, derrumbándose. Nada parecido al verano del 76, con el bullicio de la gente en las terrazas y tú sirviendo cafés a los clientes. Te dio vergüenza encontrarme ahí y que te reconociese. A mí me hizo gracia que tu mayor secreto fuera que trabajases como camarera para pagarte la universidad, pero lo que más, el uniforme del Vary ¿Te acuerdas? Esa chaquetita estrecha que te levantaba los pechos… Te miraba el escote cuando me limpiabas el mármol de la mesa. Vale, vale, no volveré a mencionar lo de la chaquetita. Por la tarde, en clase, te tapabas la cara con un libro. No me podías sostener la mirada. Y yo seguía yendo al Vary todos los días sólo para verte, aunque hicieras lo imposible por atender todas las mesas menos la mía. A veces el hielo sube desde el lago, trepa por la baranda de piedra, camina hasta el Casino y me congela el alma.