Él era un hombre hecho y derecho, y ese impulso se le hacía innatural, le incomodaba. No se educa a un hijo con blanduras, pero la necesidad de tocarlo, de estrecharlo hasta querer meterlo dentro de su corazón y no dejarle ir le superaba. No hace mucho Manuel era un crío, luego un muchacho y ahora le decía que se iba de casa.