La ventisca se desató en cuestión de minutos. Primero, las nubes cambiaron de color y se tornaron oscuras y amenazantes. Enseguida, se notó un drástico descenso de la temperatura. Cuando quisimos darnos cuenta estábamos envueltos en una tempestad desaforada. No podía ver a ninguno de mis compañeros. Ni siquiera podía ver mi mano si la alejaba un poco del cuerpo.
Ventisca
Publicado por Christian Fernández | Sep 4, 2018 | Microrrelato | 0 |
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