Disfrutó sacar a Barnes de la celda de castigo oliendo a orines y llevarlo al Spa. Cuando tomó la manguera de presión y roció al anciano negro con agua helada sintió placer. Placer de dañar por dañar, joder, dominar. Placer en decir jódete, puto negro, jódete. Placer en llevar un uniforme y tener a un viejo desnudo tapándose la cara y el pene intentando no caer al suelo por la fuerza del agua. Placer en reír como loco y haber olvidado la verdadera intención que lo llevó a simular ser un carcelero en Windham y escribir el gran artículo de su vida. Samuel Heights ya no era periodista. Era un diente más en el engranaje de crueldad de Windham. Y le gustaba.