Tan misteriosamente como apareció, se cierra la llaga de mi mano derecha. Lo mismo sucedió ayer con la del pecho, aunque ambos pies aún me sangran. Duelen, pero no tanto como los trallazos de la espalda, que también parece que van cicatrizando. La doctora Lavalle parece demasiado joven para dar un diagnóstico, pero aventura que tal vez se trate de un carcinoma epidermoide. Que no me preocupe, que estas cosas suelen sanar solas. Sor Anunciación, mientras me hacía la cura, me ha preguntado si creo en Dios. Yo le he dicho que no. Me ha dado un paracetamol y me ha recomendado que beba mucha agua.