Los padres de Wilbur insistían en rescatar al estúpido de su hijo del fondo de la trampa para tigres en que había caído. Mira que le dijeron veces que no se puede ir tan despistado por la selva. Pues nada, directo al hoyo. Le arrojaron una liana, pero era tan torpe que fue incapaz de trepar por ella. Los desesperaba. De repente, dejó de oír sus protestas y escuchó unos gritos desgarradores. Un enorme tigre de bengala asomó la cabeza al borde de la trampa, relamiéndose. El chico juraría haber visto que el imponente animal le guiñaba un ojo.