Camino entre los árboles talados, las palabras acalladas, las respiraciones contenidas. Un musgo azul tapiza las fachadas de las casas y las aceras de las avenidas. Nadie hace ya preguntas. Las mujeres de los hombres abandonan sin estrépito a sus hijos y el miedo, el que se come primero los pies y después los pasos, se instala de por vida en las calles, en las playas y en las hendiduras de las montañas.