Una mosca surgida de la nada devoraba la sangre antes de que se secase. En estos casos sólo los insectos y los microorganismos tienen una conciencia clara de la premura del tiempo. Para Nadia podían haber pasado unos segundos o varias horas. Estaba tan aturdida por los golpes que sólo acertó a quedarse sentada en el suelo junto al cuerpo, mascullando la letra de una canción infantil, dibujando líneas sobre el parqué con la punta del cuchillo entintada en rojo. Un pensamiento fugaz le cruzó por la mente. Sonrió. Imbécil. A ver a quién llamas ahora mosquita muerta.