Me tomó por sorpresa la demolición de la Escuela de Cetrería. El águila imperial había sido siempre el ícono de la Academia Militar y se me hizo temerario tocar siquiera de ese modo uno de los más respetados símbolos patrios. Aún recuerdo el plumaje crespo de mi aguilucho sintiendo la brisa, levantando con levedad el vuelo y regresando infalible a mi brazo.