Se suponía que el equipo de rescate debería haber partido de Chamonix inmediatamente después de producirse la avalancha, pero las horas pasaban sin que nadie acudiese al lugar del accidente. Al menos dos cordadas habían sido barridas de la cara sur del Mont Blanc y estaban sepultadas bajo toneladas de nieve. Buscábamos por todos lados, pero todo era una inmensa y uniforme alfombra blanca. La esperanza decrecía con cada minuto que pasaba y aquellos alpinistas no resistirían mucho más. Comenzaba a atardecer cuando el eco trajo un ladrido conocido. Klein, el enorme San Bernardo, había encontrado al primero.